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Por Redacción , 2 de agosto de 2024 | 06:45

Comunicación de riesgo: importancia en salud y desastres naturales

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El objetivo final de la comunicación de riesgos es que toda persona expuesta a un riesgo sea capaz de tomar decisiones informadas para mitigar los efectos de la amenaza (riesgo) y tomar las medidas y acciones de protección y prevención.

Por Claudio Canales Ríos . Administrador Público y Consultor Internacional en Estrategias de Comunicación de Riesgos. Trabaja actualmente como Creativo para la Comunicación del Riesgo y de la Ciencia en el Instituto Federal Alemán de Evaluación del Riesgo, BfR.  Creó el Área de Comunicación de Riesgos en la Agencia Chilena para la Inocuidad y Calidad Alimentaria, ACHIPIA y fue su coordinador. Se ha desempeñado como especialista asociado para la  consultora en Bioseguridad CERES BCA y ha sido Docente de la cátedra Creatividad y Comunicación en la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Valparaíso y en la Escuela de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad de Chile.

 

Claudio Canales | The Creative Bureaucracy Festival
Claudio Canales Ríos

Tras la pandemia, los incendios forestales y otras situaciones de crisis, el concepto “comunicación de riesgo” se hizo más presente en la vida ciudadana. 

El término se tomó la crónica y las editoriales de la prensa, llegó a la televisión a través de los matinales y noticieros, se hizo referencia a él tanto en ruedas de prensa como en redes sociales.

Podríamos decir que de alguna forma traspasó los barrotes de la nomenclatura técnica y se posicionó, al menos por un tiempo, en un espacio preponderante de los argumentos y explicaciones sobre la gestión de los riesgos, sobre todo en salud pública y desastres naturales. 

Sin embargo, asistimos a una cierta confusión que, a mi juicio, es importante aclarar: la comunicación de riesgos no es comunicación de crisis; es más bien lo que hicimos como sociedad (instituciones, autoridades y ciudadanos) previamente para comprender y actuar, frente a determinadas amenazas, reduciendo los riesgos de una eventual crisis e incluso evitando sus consecuencias. 

Pero, ¿qué es exactamente la comunicación de riesgos? En este artículo intentaré describir esta disciplina que forma parte del modelo de análisis de riesgos en donde también se cuenta a la evaluación y a la gestión de riesgos, sean estos de salud pública o de otra naturaleza. 

Me baso en el conocimiento que tras años he adquirido en esta materia y en las reflexiones  que he ido recopilando en el ejercicio de la disciplina y en las diversas opiniones, algunas acertadas y otras no tanto, que he escuchado y leído en los medios de comunicación y que hoy se presentan como una oportunidad para abordar este tema.

La Organización Mundial de la Salud define la comunicación de riesgos como el intercambio en tiempo real de información, recomendaciones y opiniones, entre expertos y/o funcionarios y personas que se enfrentan a una amenaza (riesgo) para su sobrevivencia, su salud o su bienestar económico o social.

El objetivo final de la comunicación de riesgos es que toda persona expuesta a un riesgo sea capaz de tomar decisiones informadas para mitigar los efectos de la amenaza (riesgo) y tomar las medidas y acciones de protección y prevención. 

Un primer punto es reforzar un elemento de la definición: la comunicación de riesgo es un intercambio y en él damos cuenta de una interacción, y a su vez, de una retroalimentación que busca calibrar la percepción que tienen expertos y ciudadanos ante un riesgo o amenaza, considerando el contexto social, económico político y cultural en el que nos situamos. En otras palabras, en qué medida este conjunto de acciones nutre y complementa nuestras decisiones frente a la amenaza. 

La comunicación de riesgo no es sólo una cuestión de salud pública en pandemia; es el revestimiento que debe tener toda acción u omisión de las autoridades y los medios de comunicación en la difícil tarea de reducir los riesgos que hace tiempo dejaron de ser solo sanitarios. Cuando se presentaban datos sobre la pandemia y se disponían informes en un sitio web, estábamos frente a sólo una parte del proceso: comprender cómo la información circundante (oficial o no oficial) está influyendo en la percepción tanto de expertos/as y ciudadanos/as es el punto complejo, ya que en la percepción no solo está influyendo la información oficial entregada. Como decía Paul Watzlawick “todo comunica” y ese hecho es determinante en la gestión de una crisis.

El segundo punto importante, y que ya he mencionado, es la percepción. Esto hace que la comunicación de riesgo tenga que alimentarse de varios campos del conocimiento para su ejercicio. 

Me refiero a la psicología, a la sociología, a la biología, a la antropología e incluso a la filosofía. Por tanto, los mensajes que se dan a conocer, que implican también actitudes, necesitan de la concurrencia de diversos insumos, producto de la complejidad del fenómeno. 

La percepción está formada por lo que conocemos, lo que sentimos y lo que valoramos de algo o alguien y en ello la situación de riesgo es un elemento más en el mar de incertidumbres y prioridades que rodean los procesos sociales, políticos y económicos que viven los individuos en una sociedad y que están influyendo en la forma en que ven a las autoridades cuando toman decisiones (sean personales o no). 

Esas decisiones también están comunicando, y por momentos, pueden entrar en franca contradicción con las medidas tomadas, generando sensaciones en la población que incrementan la indignación, sobre todo, cuando no se reconocen los errores y en cambio, se justifican. Esto ha ocurrido en casi todo el mundo. 

Los niveles de indignación, a juicio de Peter Sandman, experto en comunicación de riesgo, influyen de manera capital en la ecuación de las decisiones. Reconocer errores es también una forma de admitir cierta evolución. La obsesión con las certezas parece ser una condición humana, sin embargo, comunicar, por ejemplo, que las medidas preventivas se basan en que no sabemos aún todo lo necesario sobre los eventuales riesgos, no es sinónimo de descontrol; todo lo contrario, es imbuir en los mensajes, conductas y medidas un halo preventivo en medio de una constante evolución del conocimiento sobre la amenaza. 

Por otro lado, en comunicación de riesgos los mensajes (verbales y no verbales) deben ser vistos como un insumo para calibrar intereses, tendencias, opiniones y sentidos propios de cada grupo social, etario o étnico. Conocer las dinámicas del espacio social y territorial en que toca administrar una crisis es un imperativo de la gobernanza y para ello la relación estrecha con los gobiernos locales, organizaciones de la sociedad civil y las comunidades en la búsqueda de sintonía entre medidas y realidades sociales es clave. 

La confianza, un tercer punto sensible en comunicación de riesgo, depende en gran medida de ello. No es sólo lo que se comunica, si no cómo se comunica, quién lo comunica y qué tan basado están los mensajes en aquello que las personas conocen, sienten y valoran, es decir, en su capacidad de percepción. Esta es la razón por la que siempre ha sido necesario hablar de riesgos, no sólo cuando están ya presentes, con el objeto de disminuir su impacto ante la eventual ocurrencia y ello implica estrategias educativas, lúdicas y creativas, basadas en ciencia, que intenten entrar en el imaginario de las personas y ayuden en su construcción de opinión y de reacción ante una amenaza. 

La crisis de confianza de los y las ciudadanas en las instituciones y en la clase política es una realidad que debemos reconocer. Esto es un desafío permanente en la comunicación de riesgo. Ciertamente reconstruir estas confianzas no es sólo una tarea asociada a la comunicación; sin embargo, puestos en una crisis, necesitamos convocar a las organizaciones, colectivos o personas que posean un capital de confianza para organizar la estrategia comunicacional. La comunicación de riesgo es un proceso permanente entre la evaluación y la gestión de los riesgos; requiere que las autoridades estén entrenadas y entiendan su rol y por sobre todo debe ser un proceso previo a la crisis en donde la presencia constante va a jugar un rol determinante en la forma en que los ciudadanos perciban la amenaza.

A modo de síntesis, la comunicación de riesgos está asociada al fenómeno de la percepción y determinada por la construcción de confianzas entre entidades públicas y privadas, expertos y ciudadanos. Tiene una profunda raigambre científica en términos de contenidos y no  es la forma de manejar comunicacionalmente la crisis; es más bien la forma previa en que las amenazas son conocidas y asumidas por los involucrados con miras a reducir los efectos de una crisis, en donde la comunicación cambia. 

La comunicación de riesgos se relaciona con la prevención y la educación para contribuir a generar una percepción más ajustada frente a los riesgos, facilitando su manejo y gestión. Ésta se plantea el tratamiento oportuno y pertinente de la información, basado en un conocimiento de la realidad social y económica de quienes deben actuar -o no- frente a un riesgo o amenaza. Es decir, que se perciba la magnitud del riesgo, pero también que la audiencia perciba cierta coherencia en las actitudes de las autoridades, en la coordinación de las instituciones, en la labor de los medios de comunicación, con el fin de que esos elementos permeen sus decisiones y permitan una gestión adecuada de los riesgos.  

La comunicación de riesgos es un proceso permanente entre la evaluación y la gestión de los riesgos, si bien se da en un espacio técnico, se despliega en un territorio o una comunidad en donde se conjuga con otras necesidades y aprehensiones; requiere que las autoridades estén entrenadas, entiendan su rol y puedan empatizar con las diversas realidades que toca enfrentar; no es sólo un discurso, una vocería o un informe, es una impronta de la autoridad frente a la situación que se vive y a la que se podría vivir, considerando las condiciones de entornos y territorios. 

Como señalan los sociólogos Ulrich Beck y Niklas Luhmann: el peligro está allá afuera, pero el riesgo está en nuestras decisiones.

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